De origen humilde y tras un rápido ascenso social, Miguel Lucas de Iranzo se convirtió, en poco tiempo, en uno de los personajes más poderosos de finales del siglo xv en Castilla. Bajo la tutela de Juan Pacheco, el marqués de Villena, entró en la corte como paje del futuro rey Enrique IV y, favorecido por este, pasó a ser nombrado caballero y, poco tiempo después, barón, conde y condestable. Esos privilegios obtenidos y su origen provocaron recelos por parte de otros integrantes de la nobleza castellana, hasta tal punto que Iranzo tuvo que abandonar la corte y exiliarse a Jaén: un reino alejado dentro del propio reino castellano, y cercano a la frontera granadina. Allí, Miguel Lucas llevaría a cabo un gran programa propagandístico a base de numerosas festividades y regocijos, con el objetivo de que el pueblo llano se evadiese de su día a día.