Que un poder mundial sea odiado, que tenga enemigos, y enemigos poderosos, no es novedad; es más, forma parte del orden natural de las cosas, dado que todos los grandes imperios, todos los grandes poderes mundiales habidos a lo largo de la Historia, han tenido grandes enemigos y la inquina de cuantos no podían estar a su altura. Lo que resulta asombroso y no tiene parangón en pueblo alguno del planeta, es que los mismos miembros del pueblo atacado, calumniado y denigrado hagan suyo el mensaje de sus enemigos y sean los primeros en apoyarlo y difundirlo.