Todavía recuerdo, como si fuese hoy, la respuesta de mi amigo Jordi, ex compañero de clase en la Escuela Diplomática de Madrid, cuando, caminando juntos por la Rambla de Barcelona, allá por el año 1989, le pregunté: «Jordi, y al final ¿cómo termina todo esto del nacionalismo catalán?». «Bueno, hombre —me contestó—, al final, al final, termina con la independencia».