Conviene olvidar el tópico de la España inculta de los siglos XVI-XVII, con una sociedad vocacional y forzosamente analfabeta. La España de los Austrias, y más concretamente la de Felipe II, no parecía estar menos alfabetizada que el resto de países europeos de su tiempo (Kagan, 1981). La revalorización de las lenguas vulgares a comienzos del siglo XVI, la preocupación pedagógica de decenas de humanistas (cada uno con su propio tratado inspirado en los greco-latinos) y la proliferación de maestros en las ciudades que buscaban ganarse el pan sin demasiado esfuerzo fueron un aliciente realmente importante.
En este sentido, Jacques Soubeyraoux indicó que muchos olvidan que es imposible conocer las bases de alfabetización de aquella población, ya que dichos fundamentos educativos solían ser impartidos por instituciones no reguladas, tales como las escuelas de primeras letras o la propia familia.