TIBURCIO DE REDIN Y CRUZAT. AVENTURERO Y SOLDADO ESPAÑOL

Antonio L. José Martínez Guanter

Don Tiburcio de Redín y Cruzat, capitán de mar y guerra español del siglo XVII, maestre de campo de los Tercios de infantería y fraile capuchino, es un personaje desconocido para la mayor parte de los estudiosos de nuestro pasado, aunque es un claro ejemplo de lo que era el soldado español y nos ayuda a entender las grandes victorias militares de la monarquía hispánica durante el Siglo de Oro, al igual que su capacidad para colonizar nuevos territorios.

Tiburcio vino al mundo el 11 de agosto de 1597 en Pamplona, siendo hijo de los condes de Redín. A la temprana de edad de catorce años, ingresó en los Tercios de infantería españoles destinados en Nápoles. Combatió en la península itálica y logró el ascenso a alférez como recompensa a sus méritos por el asalto a la fortaleza de San Andrés, en el sitio de Vercelli.

En 1620 fue nombrado capitán de mar y guerra, al mando de uno de los galeones de la carrera de Indias, permaneciendo en el puesto hasta 1624. En este año fue destinado a Portugal al mando de una compañía de Piqueros de infantería, a las órdenes del marqués de Hinojosa, con quien ya había compartido armas en defensa de los territorios de Nápoles y Sicilia. Pasó de nuevo a la Armada del Océano, pero esta vez como capitán del galeón Jesús y María, zarpando de la bahía de Cádiz el 14 de agosto de 1624. La escuadra iba al mando de don Fadrique Álvarez de Toledo y Osorio, como segundo navegaba don Antonio de Oquendo y, de capitán de la Armada de Tierra Firme, don Martín de Vallecilla.  El 17 de septiembre siguiente, se presentaron en la isla de las Nieves, entablando combate; pero, por efecto de las corrientes, su galeón varó en la playa, siendo batido por la artillería de la fortaleza. Al verlo, Oquendo arrumbó a él y desembarcó las tropas, tomando la fortaleza y apresando a ingleses, franceses y flamencos, todos corsarios. Al finalizar el combate, esperaron la pleamar y, a fuerza de vela y remo de los botes, lograron poner a flote de nuevo el galeón. De resultas de este combate, resultó herido en un brazo y en el pecho, nada más que de un tiro de arcabuz, siendo muy larga su recuperación, por lo que fue llamado a la Corte, donde el rey don Felipe IV le recompensó su demostrada valentía, regalándole una cadena de oro y dándole el cargo de gobernador de la nueva Armada que estaba aprestándose en Barcelona.

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