Laus Hispaniae
En fechas recientes, Yolanda Díaz, la flamante ministra de trabajo del gobierno de España, lograba encandilar a las masas al proponer sustituir el concepto de patria por el de matria. A la polémica no tardó en unirse el «egregio» Juan Carlos Monedero, que no perdió la oportunidad de cargar contra un concepto, el de patria, que «te lleva a la guerra, te hace desfilar», por el más amable de matria, que te cuida, te mima y cubre de arrumacos y carantoñas.
Frente a este absurdo, debemos recordar que el concepto de patria designa, en su sentido más amplio, a esa tierra a la que el individuo se siente ligado por todo tipo de vínculos: afectivos, culturales e históricos. En el siglo XVIII, los ilustrados franceses e insurgentes americanos emplearon el término, de forma emotiva, frente a los defensores del Antiguo Régimen, mientras que en España Juan Bautista Pablo Forner, en su Amor de la patria, afirmaba que el amor de una persona por su patria significa «amar su propia felicidad en la felicidad de aquella porción de hombres con quienes vive, con quienes se comunica, con quienes le ligan unas mismas leyes, unas mismas costumbres, unos mismos intereses y un vínculo de dependencia mutua, sin la cual no le sería posible existir».
La polémica generada por este tipo de afirmaciones, motivadas por espurios intereses políticos, nos reafirma en nuestro convencimiento de la necesidad de conocer y divulgar la historia de España. Desde Laus Hispaniae queremos recordar que la patria es la tierra cantada por nuestro Francisco de Quevedo:
«Miré los muros de la patria mía
si en un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía»,
O la anhelada por Miguel de Unamuno:
«Logré morir con los ojos abiertos
guardando en ellos tus claras montañas,
aire de vida me fue el de sus puertos,
que hacen al sol tus eternas entrañas
¡mi España de ensueño!»
O la elogiada por Rubén Darío:
«¡Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire,
mientras la onda cordial aliente un ensueño,
mientras haya una viva pasión, un noble empeño,
un buscado imposible, una imposible hazaña,
una América oculta que hallar, vivirá España!»
La patria es la tierra reivindicada por Gabriel Celaya:
«Con mi fe, mi esperanza y mi amor, a ti.
Con mi rabia y mi dolor, a ti.
Porque me has hecho el que soy, porque debo reinventarte y hacerte ser ahora, aquí, España, a ti.»
O la defendida por Manuel Azaña:
«Os permito, tolero, admito, que no os importe la República, pero no que no os importe España. El sentido de la Patria no es un mito»
O la amada por Joan Maragall:
«Demasiado pensaste en tu honor
y escasamente en tu vida:
tus hijos, trágica, diste a la muerte.
Mortales honras te satisfacían;
tus fiestas eran tus funerales, ¡Oh triste España!… ¿Dónde tus barcos? ¿Dónde tus hijos?
Pregúntalo al poniente, a la ola brava:
perdiste todo, a nadie tienes.
¡España, España, vuelve en ti, rompe el llanto de madre!».
O la llorada por Bernardo López:
«Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman tocando a muerto,
la campana y el cañón».
Un comentario
Patria son mis padres que se fueron. En España nací, en España moriré. ¿Que eres sin patria?