Capitán de Navío (ret.)
Cuando hablamos de los más de tres siglos de Imperio español en el mundo, tanto en América como en Asia u Oceanía, normalmente tratamos sobre exploraciones y colonizaciones españolas cercanas al Ecuador y hacia el Sur del globo. Como mucho se relatan las acciones en latitudes como la de California, Monterrey etc. Pocas veces mencionamos que España siguió explorando y tomando posesiones más al norte, por la América septentrional, la llamada costa noroeste de América del Norte.
En este artículo tratamos de describir las exploraciones españolas por esos territorios, hasta más al norte de los 60° de latitud. Fueron varios los factores que contribuyeron a la exploración sistemática de España en la costa noroeste de América a finales de la centuria ilustrada. El comercio peletero, iniciado a raíz del último viaje de Cook, despertó una gran avidez del producto entre las potencias europeas y los jóvenes Estados Unidos. De ahí derivó el afán de posesionarse de aquellas tierras estratégicas desde donde podían hacerse jugosas transacciones con el Oriente. Además, la búsqueda del estrecho de mar, supuesto comunicador del Atlántico con el Pacífico, también desencadenó una fiebre exploradora en la segunda mitad del siglo XVIII, la cual tuvo importantes repercusiones en el mundo político, económico y científico de la época.
Por otra parte, no hay que olvidar que, desde su plataforma siberiana, los rusos fueron desplazándose desde Alaska hacia el sur del continente. Ante esta virtual amenaza, los gobernantes de España y de la Nueva España vieron la necesidad de oponer un muro de contención que, en su momento, se tradujo en la toma de posesión, al menos formal, de varios puntos del litoral oeste norteamericano, en fortificar el asentamiento de Nutka y en mantener una presencia constante y vigilante en aquella dilatada costa. Nutka era una isla costera situada en una pequeña bahía de la costa occidental de la isla de Vancouver.
Aunque la California se había explorado por vía marítima desde los tiempos de Hernán Cortés, en el siglo XVIII los viajes de altura no dieron comienzo hasta 1774. Estos plantearían a la Corona no solo el dilema de cómo apropiarse de manera eficaz de la California, sino además de las tierras situadas al norte de la frontera en teoría «controlada». Este inmenso territorio de miles de kilómetros ofrecía incontables obstáculos para su poblamiento, para su control político-militar y, desde luego, graves problemas de carácter económico, pues, sin enormes sumas de dinero, cualquier proyecto de expansión geográfica y espiritual era simplemente una quimera.
(Fragmento del artículo publicado en el número 10 de nuestra revista. Para leer más, haz click a continuación).