El 30 de octubre se debería celebrar el 110 aniversario del nacimiento de uno de los poetas más significativos de nuestra historia reciente. Miguel Hernández hoy tiene que ser figura prestante porque se le ha de leer como cauterizador de la herida que atravesó a todo un país. Espoleó tanto al norte como al sur, al este como al oeste e intentó empastar en una única voz el sentir social. Su obra, tan vigente hoy en día, yunta verdad, lucha y esperanza. La poesía de este pastor oriolano flechó en una sociedad doliente el haz más salutífero que existe: el de la verdad, el del ansia por vivir. Miguel Hernández, el poeta del pueblo, no se desplomó jamás y vociferó a los cuatro vientos sus ganas de vivir y de participar con toda una sociedad en favor de un alegato por la libertad, “para la libertad, sangro, lucho, pervivo…”. (Texto de Luis Marín. Profesor de Lengua y Literatura Española).
Desde Laus Hispaniae queremos sumarnos a la celebración del aniversario del nacimiento de Miguel Hernández recordando una de sus poesías más sentidas:
Abrazado a tu cuerpo como el tronco a su tierra,
con todas las raíces y todos los corajes,
¿quién me separará, me arrancará de ti,
madre?
Abrazado a tu vientre, ¿quién me lo quitará,
si su fondo titánico da principio a mi carne?
abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa,
¡nadie!
Madre: abismo de siempre, tierra de siempre: entrañas
donde desembocando se unen todas las sangres:
donde todos los huesos caídos se levantan:
madre.
Decir madre es decir tierra que me ha parido;
es decir a los muertos: hermanos, levantarse;
es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo
sangre.
La otra madre es un puente, nada más, de tus ríos.
El otro pecho es una burbuja de tus mares.
Tú eres la madre entera con todo su infinito,
madre.
Tierra: tierra en la boca, y en el alma, y en todo.
Tierra que voy comiendo, que al fin ha de tragarme.
Con más fuerza que antes, volverás a parirme,
madre.
Cuando sobre tu cuerpo sea una leve huella,
volverás a parirme con más fuerza que antes.
Cuando un hijo es un hijo, vive y muere gritando:
¡madre!
Hermanos: defendamos su vientre acometido,
hacia donde los grajos crecen de todas partes,
pues, para que las malas alas vuelen, aún quedan
aires.
Echad a las orillas de vuestro corazón
el sentimiento en límites, los efectos parciales.
Son pequeñas historias al lado de ella, siempre
grande.
Una fotografía y un pedazo de tierra,
una carta y un monte son a veces iguales.
Hoy eres tú la hierba que crece sobre todo,
madre.
Familia de esta tierra que nos funde en la luz,
los más oscuros muertos pugnan por levantarse,
fundirse con nosotros y salvar la primera
madre.
España, piedra estoica que se abrió en dos pedazos
de dolor y de piedra profunda para darme:
no me separarán de tus altas entrañas,
madre.
Además de morir por ti, pido una cosa:
que la mujer y el hijo que tengo, cuando pasen,
vayan hasta el rincón que habite de tu vientre,
madre.