Rafael Llorca
El periodo de nuestra historia conocido como Primera República resulta especialmente controvertido. El nuevo modelo de Estado se alcanzó sin recurrir a una violencia destacable, aunque en unos tiempos especialmente inestables. Su llegada vino acompañada de grandes esperanzas en muchas personas, pero pronto se torció hasta extremos insólitos, de ahí el título escogido. En breve espacio de tiempo finalizó en un rotundo fracaso. Es fácil hallar opiniones e interpretaciones totalmente enfrentadas, en función de la visión ideológica del autor. Unas tienden a juzgar con indulgencia los acontecimientos ocurridos y a sus responsables, mientras que otras se centran en señalar que el país se desgarró en luchas internas.
Ni siquiera queda señalada de forma unánime, en las fuentes historiográficas, su extensión cronológica. Según la popular Wikipedia, abarcaría desde el 11 de febrero de 1873 hasta el 29 de diciembre de 1874. Otras no incluyen el periodo posterior al 3 de enero de 1874 (golpe de Estado de Pavía). Si limitamos la cronología hasta esa última fecha, nos encontramos con que la Primera República no llegó al año de duración. Y, en todo caso, no alcanzó los dos completos. En ese periodo se sucedieron cuatro (o cinco) gobernantes. Todo ello en un contexto de crisis económica y social, extraordinariamente crispado políticamente, donde llegaron a coexistir tres guerras civiles, y que finalizó en un golpe de Estado. De hecho, hubo uno para cada final cronológico que elijamos (Pavía en Madrid, Martínez Campos en Sagunto).
El surgimiento de las ideas y proyectos republicanos en España se fue fraguando a lo largo del siglo XIX, en un proceso lento y tormentoso. El momento decisivo lo constituyó el Sexenio Democrático o Revolucionario (1868-1874), en el cual se integra plenamente la Primera República, por otra parte. La corrupta y desprestigiada monarquía de Isabel II llegó a su último año de existencia con una gran cantidad de enemigos dispuestos a lograr su fin por vía revolucionaria. En el Pacto de Ostende (1866) va a cristalizar una alianza, formada por el Partido Demócrata (en su interior se encuadran los principales elementos republicanos), el Partido Progresista y la Unión Liberal. Dos años después se llegó a la Revolución Gloriosa, que no sin esfuerzo (batalla del Puente de Alcolea) puso a la Reina en la condición de exiliada.
En 1868 los republicanos españoles pudieron considerarse, legítimamente, revolucionarios triunfadores. La despreciada soberana había sido expulsada. Era el momento de organizar el futuro y, como tantas veces a lo largo de la Historia, esto resultaría mucho más complicado. El proyecto de los dirigentes políticos que controlaban de verdad la situación, muy especialmente el enérgico general Prim, consistía en variar de casa real, no de modelo de Estado. En ese contexto, entre octubre y noviembre, tuvo lugar una escisión en el Partido Demócrata. Ante la confrontación de los partidarios de establecer la república federal con los de mantener las formas monárquicas, surgió el Partido Republicano Democrático Federal dirigido por Pi y Margall (en adelante Partido Federal).
Fragmento del artículo publicado en el número 2 de la revista Laus Hispaniae. Si quieres leerlo completo, puedes hacer click a continuación