LA GUERRA CULTURAL. LOS ENEMIGOS INTERNOS DE ESPAÑA Y OCCIDENTE

Alberto G. Ibáñez

 

Se habla mucho de “guerra cultural”, pero pocas veces se aclara exactamente qué significa. Tiene que ver con la batalla por el relato, pero va mucho más allá. En este libro aclaro que no estamos ante el legítimo debate de ideas en pos de la mejora social, sino ante el intento de desplazar arteramente –armados de la mentira, la media verdad o la burda manipulación social– un modelo por otro. Esta guerra no se desenvuelve por medios convencionales, sino a través de la “cultura” entendida como “el conjunto de valores, principios, creencias o sobreentendidos que permean, dirigen o sustentan implícita o explícitamente el funcionamiento de una sociedad o comunidad, permitiendo igualmente la comunicación entre los individuos que la conforman”. Existen culturas locales o nacionales, pero también grandes modelos culturales en conflicto.

Todos los imperios han tratado de imponer “su” cultura; un claro ejemplo es el romano. Pero a partir del siglo XVI, con la aparición de la imprenta, la guerra cultural se pone al alcance de cualquier gobierno o agente con poder para ejercer el “arte de la propaganda”, utilizando desde el panfleto y la hoja volandera hasta llegar, en el mundo de hoy, al dominio de los grandes medios de comunicación y las redes sociales, o su infiltración en el mundo académico y educativo. El primer ejemplo de guerra cultural autónoma fue la leyenda negra, a cuyo estudio he dedicado dos libros: La Conjura silenciada contra España y La Leyenda Negra: Historia del odio a España. Existen otros ejemplos, como la lucha entre protestantismo y catolicismo o, durante la guerra fría, entre comunismo y capitalismo, donde tanto la KGB como la CIA dedicaron hasta el 60% de sus recursos a esta tarea (cfr. F.S. Sauders, ¿Quién pagó al flautista? La CIA y la guerra fría cultural, ed. Debate, Madrid, 2001).

La tesis del libro es que nos encontraríamos ante la cuarta gran guerra cultural que presenta dos particularidades. En primer lugar, la diana a batir es Occidente, y especialmente Europa, y dentro de ésta significadamente España, identificados como los rivales más débiles. De hecho, la crisis española y europea están conectadas, pues si España se encuentra en el origen y desarrollo de lo que hoy entendemos como Occidente, para pasmo de algunos, resulta lógico pensar que, si cae aquélla, caiga también éste. En segundo lugar, el adversario más peligroso en esta ocasión, sin menospreciar a otras potencias externas (e.g. China y el mundo árabe), lo tenemos en casa: es el enemigo interno, para cuya puñalada nunca se está preparado porque suele ser un compatriota u otro europeo.

Resulta imposible, sin embargo, tratar en profundidad todos los enemigos internos, pues cada día surgen nuevos. Por ello el libro hace una selección, separando en dos partes los referentes a Occidente y a España. Los primeros se agruparían en cuatro capítulos: el proceso de deconstrucción del individuo y de la realidad (como consecuencia del virus cultural postmoderno), la creciente fragmentación política y social, el lado oscuro de la innovación y la tecnología, así como una crisis económica que amenaza con convertirse en permanente. Los enemigos internos de España serían: el virus de la ingenuidad, división, complejos y obsesiones; los excesos de una España pendular; el fracaso de nuestro modelo educativo, una ciclogénesis explosiva que pone en peligro la supervivencia del régimen del 78; y una operación orquestada, desde dentro y desde fuera, para romper España y acabar con la nación que nos ha unido desde hace siglos. Cada capítulo analiza –con el enfoque retrocausal, la “constante argenta” o el principio “nulla ethica sine finibus”– los pares de opuestos que bloquean el debate, para acabar proponiendo una conclusión relacional-integral.

La conclusión es que los distintos enemigos internos se están dedicando, armados con el hacha de la ingenuidad sectaria, a cortar las raíces culturales que nos han traído hasta aquí: filosofía griega, derecho romano, humanismo cristiano, metafísica, escolástica e ilustración. Para salvar el árbol de nuestra civilización, en su capítulo final, el libro invita a emprender un “nuevo renacimiento cultural”, tanto en Occidente como particularmente en España, sobre la base de la “modernición”: la sabia combinación de modernidad y tradición. Si cortamos las raíces el árbol se secará sin remedio. Mejor concentrarse en la poda y tal vez algún injerto o nueva raíz, pero sin despreciar lo mejor de nuestro pasado. Por último, planteo recuperar un modelo cultural de éxito olvidado: el de la América virreinal, que duró más de tres siglos y que trajo paz interna, prosperidad económica y mayor justicia social. Dicho modelo, convenientemente actualizado, podría permitir que renaciera el “modelo hispano” y servir incluso de base cultural, como lo hiciera con la primera globalización, al nuevo proceso de mundialización que estamos viviendo. Siempre “plus ultra”.

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