Francisco García Campa
Tras la captura de Annual el 15 de enero, el optimismo reinaba en la Comandancia melillense y Silvestre, pese a los consejos de Gabriel Morales, jefe de la Policía Indígena, de detener el avance y comenzar una vía de negociación con los líderes de las cabilas, decidió seguir con sus planes de unir por tierra Melilla con Alhucemas. En abril, Berenguer visitó los territorios recién conquistados junto a Silvestre y tuvo una serie de entrevistas con los líderes rifeños, entre ellos Abd-el-Krim, que “parece el principal de los que en ella mangonean”. El Alto Comisario se dio cuenta de los peligros que entrañaba la posición de Annual, mal comunicada con la retaguardia y rodeada de alturas que pueden ser empleadas por los temibles “pacos”, como se conocía a los tiradores rifeños. Con esta frase predijo Berenguer lo que sucedería poco tiempo después: “Parece más una ratonera que una base para futuros avances”.
Como bien había predicho Berenguer, Abd-el-Krim comenzó a controlar las diferentes cabilas y a imponer un mando único. Entrenó a la harka en la forma de lucha occidental gracias a la ayuda de desertores de la Legión Extrajera francesa. A finales de abril se reunieron las cinco facciones de los Beni Urriaguel y parte de las Bocoya y, además de obligarse a aportar tropas a la harka, dispusieron que se despojaría de sus bienes a los colaboradores con los españoles. Siguiendo una profecía rifeña que decía “cuando los infieles lleguen al río Amekrán las agua se teñirán de sangre”, Abd-el-Krim dio un ultimátum a Madrid: si los soldados españoles lo cruzaban las cabilas, entrarían en guerra.
Pese a todo, Silvestre mandó avanzar y establecer el 1 de julio una posición en Abarrán. Tras una fácil toma de la plaza y la rápida construcción de las defensas, la guarnición quedó desprotegida y rodeada de los hostiles rifeños, sobre todo por la marcha de la columna de apoyo que regresó a Annual. Para entender su situación, nada mejor que las palabras de Emilio Alzugaray, comandante y jefe de ingenieros, que los describía así: “La posición no cumplía ningún objetivo militar, no podía abastecerse después, ni socorrerse, caso de ser atacada”. Ese mismo día fueron atacados por la harka y de los 225 defensores solo 72 regresaron a las posiciones españolas. Impulsados por la victoria, atacaron la ciudad costera de Sidi Dris el 2 de junio, que resistió heroicamente durante 27 horas de duros combates. Silvestre, al contrario que Berenguer, que estaba muy preocupado por lo sucedido en Abarrán, decidió continuar con su avance.
Tras un mes de continuos ataques, el puesto de Igueriben fue totalmente rodeado el 17 de julio. Sin acceso al agua que llegaba desde Anual a lomos de mulas, poco podían hacer los defensores. Tras duros combates y ante la imposibilidad de auxilio, Silvestre comunicó por heliógrafo a Benítez, comandante de la guarnición, que estaba autorizado a negociar una rendición. A esta sugerencia responde el comandante con la frase: “Los oficiales de Igueriben mueren, pero no se rinden”, ordenando a sus hombres el abandono de la posición, rompiendo las líneas enemigas el 21 a las seis de la tarde.
Fragmento del artículo publicado en el número 3 de nuestra revista. Si quieres leerlo completo, puedes pinchar a continuación: