LA BATALLA DE SAN JUAN DE ULÚA. ESPAÑA FRENTE A LOS PIRATAS INGLESES.

Javier Martínez-Pinna

Autor de "Eso no estaba en mi libro de historia de la piratería" (Editorial Almuzara)

Desde Riohacha, Hawkins pasó hasta Santa Marta y, tras una breve estancia en Cartagena de Indias, optó por regresar a Inglaterra. Pero, cuando navegaba hacia el Canal de Bahama, le sorprendió una terrible tormenta cerca de la costa de Cuba. Debido a los desperfectos sufridos en alguno de sus barcos, sobre todo el Jesus of Lübeck, el contrabandista marchó hacia el puerto de Veracruz, un lugar donde, por esas fechas, se amontonaba la plata a la espera de la llegada de la Flota de Indias, que debía trasladarla hasta España. Hacia este lugar se dirigió el inglés con un doble propósito: arreglar sus barcos y, cómo no, hacerse con una buena cantidad de plata. Hawkins se presentó en Veracruz el 14 de septiembre de 1568; para no ser descubierto, puso en vanguardia de su flota tres pequeños barcos españoles capturados en los últimos meses, por lo que los vecinos de la ciudad mexicana creyeron que se encontraban ante la avanzadilla de la flota del nuevo virrey, Martín Enríquez de Almansa. Enviaron, entonces, a varios oficiales para recibir a los recién llegados, pero estos, de forma alevosa, los capturaron y utilizaron con la intención de chantajear a las autoridades. 

Las cosas se ponían feas para los hombres y mujeres de Veracruz, por lo que sus autoridades permitieron a los ingleses la reparación de sus barcos en la isla de San Juan de Ulúa, justo enfrente de la ciudad. El 17 de septiembre, poco después de atracar los barcos de Hawkins, apareció de improviso la flota española, cuyo general quedó atónito y profundamente preocupado por la presencia de esta fuerza agresora. De los trece galeones que formaban la Flota de Indias, solo uno, la Capitana, era un auténtico barco de guerra; incluso la Almiranta era un simple mercante escasamente artillado. Con indisimulado recelo, el contrabandista inglés y el virrey español se entrevistaron esa misma noche con la intención de ganar tiempo para preparar sus barcos ante un enfrentamiento que se consideraba inminente. Las siguientes jornadas transcurrieron con una calma tensa, hasta que el día 23 los barcos ingleses abrieron fuego sobre una urca, la San Salvador, con ciento treinta arcabuceros a bordo, y sobre la Almiranta, que fue finalmente hundida. Ante dicha agresión, la Capitana se enzarzó en un duelo artillero con el Minion, mientras que un oficial español, el capitán Delgadillo, tomó la batería y el castillo de la isla y empezó a disparar sus cañones contra los barcos de Hawkins. Poco después, el Jesus of Lübeck fue abordado y tomado por los españoles, mientras que, ya por la tarde, el Angely el Swallow (además de un pequeño barco francés en poder de los ingleses) fueron hundidos debido al intenso fuego artillero español. Conforme fue avanzando la jornada, otros barcos fueron capturados por los españoles; el desastre fue completo para los ingleses, ya que solo se salvaron el Minion(en cuyo interior se refugió Hawkins), la Judith (gobernada por Drake, que huyó despavorido hasta Inglaterra) y un patache. 

A pesar de su derrota, la reina supo premiar a su fiel pirata y contrabandista. En 1572 ocupó el cargo de parlamentario por Plymouth y, un año después, accedió al cargo de tesorero de la Armada Real. Pasó el tiempo y, en 1594, Hawkins sintió nostalgia de su antiguo oficio de contrabandista, por lo que, con 62 años de edad, se puso al frente de una nueva expedición, a la que no pudo sobrevivir. El legendario pirata, ahora ensombrecido por la figura de su discípulo Drake, falleció cuando su barco navegaba cerca de Puerto Rico; sus restos mortales fueron a parar a las aguas caribeñas. 

La primera etapa de la historia de la piratería americana se cerró con la derrota total de Hawkins en la batalla de San Juan de Ulúa y con la victoria española frente al intento de los hugonotes franceses de establecer colonias permanentes en la costa de Florida, debido a su interés por controlar el estratégico Canal de la Bahama, desde donde poder atacar los barcos de las flotas de la plata. El 18 de febrero de 1562, el hugonote Jean Ribault salió del puerto de Dieppe con el objetivo de establecer un pequeño asentamiento en las costas de Florida. En la desembocadura del río Santa Cruz mandó erigir un pequeño fuerte y allí dejo a 30 hombres al mando de Albert. Durante los siguientes meses, los nuevos colonos pasaron por todo tipo de dificultades, por lo que el fuerte fue finalmente abandonado. En 1564 una nueva expedición, esta al mando de Laudonnière, se estableció a orillas del río San Juan, en el fuerte hugonote de Carolina. Cuando los españoles fueron conscientes del plan francés, tomaron cartas en el asunto, por lo que Felipe II ordenó a don Pedro Menéndez de Avilés desalojar a los galos de sus posesiones americanas, labor que llevó a cabo a la perfección en el verano de 1565. Los franceses renunciaron a su idea de controlar el canal. Sin embargo, durante los siguientes años, sus corsarios siguieron amenazando a los barcos hispanos hasta que nuestro insigne navegante, don Álvaro de Bazán, destruyó la flota francesa en la batalla de la isla Terceira (26 de julio de 1562). 

Puedes comprar el libro en Amazon haciendo click en la imagen:

Un comentario

  1. La historia de España es fascinante. ¿Si alguna vez nos propusiéramos hacer cine de verdad, dónde quedaría Hollywood?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

SUSCRÍBETE A NUESTRO BLOG:

Descarga el primer número

Entradas recientes:

Este sitio web utiliza cookies para asegurar la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando estás aceptando nuestra política de cookies.

A %d blogueros les gusta esto: