El vasto imperio heredado por Carlos V abarcaba un extenso territorio que se expandía hasta los confines del mundo. Un imperio difícil de gestionar y que puso en manos de muchos virreyes y gobernadores. Uno de ellos, su propia mujer.
El emperador Carlos V se casó solamente una vez. Lo hizo con su prima, Isabel de Portugal, quien tuvo una existencia marcada por la soledad. Señor de tan vasto imperio, su marido se ausentó de su lado en muchas ocasiones, momentos en los que Isabel ejerció de gobernadora de España junto a un consejo de regencia. Algunos de sus biógrafos aseguran que esa soledad fue causa importante de su muerte prematura. La emperatriz del Sacro Imperio Romano no salió nunca de la Península, en la que permaneció fiel a su marido hasta el final de su corta vida.
Isabel de Avis y Trastámara nació el 24 de octubre de 1503 en el palacio real de Lisboa. Era hija del rey de Portugal Manuel I y su segunda esposa, María de Castilla. Esta era hija de los Reyes Católicos, igual que la madre del futuro emperador Carlos V, Juana, con lo que ambos eran primos. Isabel fue educada con gran esmero. Latín y otras lenguas, nociones de ciencias, música y una profunda formación religiosa recibió siguiendo la educación que había recibido su madre en la corte humanista de Isabel de Castilla.
La vida tranquila y feliz del palacio lisboeta se vio truncada en 1517 cuando la reina María falleció al dar a luz a su octavo hijo. Isabel, que entonces tenía 13 años, quedó huérfana junto a sus hermanos. Al drama que supuso perder a su madre, se añadió que los hijos del rey Manuel vieron como este se casaba un año después con Leonor, hermana de Carlos y por tanto prima de los que terminarían siendo sus hijastros. Ante semejante situación, el recelo inicial fue evidente, aunque con el tiempo Isabel consiguió mantener una estrecha relación con su prima y madrastra.
Fragmento del artículo de Sandra Ferrer publicado en el número 0 de la revista Laus Hispaniae