Todavía recuerdo, como si fuese hoy, la respuesta de mi amigo Jordi, ex compañero de clase en la Escuela Diplomática de Madrid, cuando, caminando juntos por la Rambla de Barcelona, allá por el año 1989, le pregunté: «Jordi, y al final ¿cómo termina todo esto del nacionalismo catalán?». «Bueno, hombre —me contestó—, al final, al final, termina con la independencia».
En este punto, estimado lector español, permítame que le explique a mis lectores hispanoamericanos —que no están muy familiarizados con el tema del separatismo catalán— que, si la independencia de Cataluña algún día llega a producirse —como hace tantos años me anticipó mi amigo Jordi—, no será el resultado de la lucha de una nación oprimida contra una nación opresora, ni nada que se le parezca, sino la consecuencia de la invención de un «sentimiento antiespañol» producto de la falsificación de la historia. ¿Recuerda usted que le expliqué qué era una zoncera? Esa idea falsa introducida en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia —desde el jardín de infantes a la universidad— que, con la apariencia de un axioma, nos impide pensar las cosas de España, de Argentina, de Chile… por la simple aplicación del buen sentido —sí, nos impide la aplicación del sentido común que hoy día, intenta ser destruido por el bombardeo mediático y la imposición totalitaria de lo «políticamente correcto», en el sistema educativo—, falsas ideas que cumplen la misma función que un sofisma pero que, más que un medio falaz para argumentar, en realidad resultan ser la conclusión de un sofisma hecha sentencia.
Sobre todo, me interesa recordarle que la fuerza de las zonceras no está en el arte de la argumentación. Su fuerza, en cambio, reside en excluir la argumentación, actuando dogmáticamente mediante un apotegma introducido en la inteligencia —el cual, a la vez, sirve de premisa a todo razonar posterior y, en consecuencia, lleva a conclusiones erróneas y alejadas de la verdad— y su eficiencia no depende tanto de la habilidad en la discusión, como del hecho de que no haya discusión alguna. Así de simple. Por eso es por lo que no quieren que se debata, que se polemice, sobre las supuestas verdades instaladas a través de la falsificación de la historia y descalifican e insultan a todo aquel pensador o político que se atreva a plantear la discusión, blandiendo como único expediente para sostener esas suposiciones que deben darse por sentadas y, obviamente, por ciertas, aunque rebosen de falsedad. Pues bien, en lo que hemos dado en llamar el Manual de zonceras del nacionalismo supremacista catalán destacan, entre otras zonceras, las siguientes…
(Fragmento del artículo publicado en el número 10 de nuestra revista. Para leer más, haz click a continuación).