Francisco García Campa, autor del blog Bellumartis
Cada vez que salgo de mi querida España una sensación de envidia me corroe. No es lo que podría parecer, no es por la riqueza de otros países ni por sus paisajes, de los que nada debemos envidiar. Lo que me produce más desazón es el orgullo por sus símbolos nacionales: en los EE.UU. o en Suecia todos decoran sus casitas de campo con una bandera nacional; en América la mayoría de nuestros países hermanos izan la bandera en los colegios. ¿Por qué aquí no?
Por desgracia, en España la bandera nacional fue asociada por parte de la población a la dictadura de Franco, olvidando de esa forma el verdadero origen de nuestra enseña. En paralelo, se produce un abuso intencionado de los símbolos regionales, oponiéndolos al que es común a todos los ciudadanos. Intentaré dar algo de luz sobre el origen de nuestra bandera.
Durante décadas la Monarquía Hispánica empleó numerosas enseñas en sus ejércitos y posesiones. La más empleada fue el Aspa o Cruz de Borgoña (de la que ya hablamos en un artículo anterior) y los distintos escudos reales cosidos sobre un pabellón, frecuentemente de color rojo. Sería con la llegada de la dinastía borbónica cuando, dentro de un proceso de estandarización de los ejércitos, se reguló el uso de las banderas. Felipe V, nada más llegar al trono, comenzó este proceso de reorganización con el fin de homogenizar el uso del aspa de Borgoña en las unidades de Infantería, ahora organizadas en Regimientos en vez de en Tercios…
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