EL DESEMBARCO DE ALHUCEMAS. UNA OPERACIÓN PIONERA

Laus Hispaniae

Tras la Conferencia de Algeciras de 1906, España recibió un pedazo del pastel de África, continente que era objeto de deseo de las potencias europeas: el Protectorado de Marruecos, que incluía el Rif entre otros territorios. Allí encontraría un enemigo que le provocaría mucha sangre, Abd El Krim, el temible líder de los rifeños, que provocaría en el año 1921 el conocido como desastre de Annual, una espantosa derrota en la que perdieron la vida o fueron capturados más de diez mil soldados españoles. Tras este desgraciado episodio, las fuerzas militares españolas se habían mostrado incapaces de recuperar territorio perdido y habían optado por una estrategia de simple contención.

Miguel Primo de Rivera, tras tomar el poder en septiembre de 1923, era partidario en un principio de abandonar el Protectorado. Sin embargo, en vista de los nuevos ataques de Abd El Krim en Tetuán, Ceuta y Melilla, cambió de parecer. Había que emprender una estrategia ofensiva para recuperar de una vez el control de los territorios africanos.

En este contexto, la espiral de derrotas militares sufridas por nuestras tropas daría un giro cuando Abd El Krim, en abril de 1925, tomó la decisión de atacar también posesiones francesas en la zona. Fue entonces cuando sería requerida la colaboración de Miguel Primo de Rivera para hacer frente de forma conjunta a la ofensiva de los rifeños. En junio del citado año tuvo lugar la Conferencia de Madrid, en la que se acordó la estrategia a seguir, parte de la cual sería llevar a cabo un desembarco de una flota combinada franco-española en la bahía de Alhucemas, que había sido núcleo de forma permanente de la ofensiva rifeña y que se había intentado ocupar sin éxito una y otra vez. La operación iba a ser la primera de carácter anfibio en la que participaría España en la era moderna, y el primer desembarco aeronaval de la historia, precedente del célebre de Normandía. Existía un cierto temor por el antecedente de la operación fallida llevada a cabo en Gallípolli en 1915 por fuerzas anglo-francesas.

En la acción participarían la Armada y la fuerza aérea, así como dos columnas de infantería procedentes de Ceuta y Melilla. Por primera vez, varios carros de combate fueron desembarcados por medio de barcazas para apoyar a la infantería.  El mando de la operación correría a cargo del mismo Primo de Rivera, a cuyas órdenes se situarían los generales Sanjurjo, Soriano y Yolif. También participaría el entonces coronel Francisco Franco.

Ante la sospecha de que Abd El Krim había podido conocer los planes de desembarco, finalmente se decidió cambiar el lugar, optando por la Playa de la Cebadilla y la Cala del Quemado, al oeste de Alhucemas. “Las fuerzas de desembarco consistían en dos brigadas reforzadas, cada una de ellas formada por cuatro a seis batallones de infantería, tres baterías de artillería, dos banderas de la Legión (entre setecientos y mil cuatrocientos hombres ambas), dos o tres tabores de regulares (cada uno con cuatrocientos o seiscientos soldados) y unidades de ingenieros, intendencia y sanitarias, y serían trasportadas por dos convoyes diferentes. Uno de ellos, con la brigada del general Saro Martín partiría desde Ceuta. (….) La brigada se dividía en tres columnas (…) una de ellas, (…) la del coronel Francisco Franco (cuatro mil quinientos hombres), (…) era la columna más potente y veterana. (…) El otro convoy, que partiría desde Melilla, transportaría la brigada del general Fernández Pérez, (…) que se dividía en la columna de Goded (…) y la de Adolfo Vara del Rey”, cuentan Juan Vázquez y Lucas Molina en Grandes batallas de España. La Armada participó con dos acorazados, el Alfonso XIII y el Jaime I, cuatro cruceros, dos destructores, siete cañoneras, once buques guardacostas, seis torpederos y el portahidroaviones Dédalo. Por su parte, las fuerzas aéreas aportaron más de cien aviones.

El 2 de septiembre, el general Primo de Rivera dio la orden: «Excelentísimo señor. Poderosas razones de índole política y militar, que huelgan enumerar por sobrado conocidas, han decidido al Gobierno a disponer la operación en Alhucemas, que tendrá lugar del 5 del actual en adelante si el estado del mar lo permite».

El 8 de septiembre de 1925, dio comienzo la operación. Unos trece mil hombres desembarcaron en las playas de Ixdain y la Cebadilla, en la cábila de Bokoia, a bordo de veinticuatro barcazas tipo K compradas a los ingleses, las mismas que habían fracasado en Gallípoli. Los rifeños disponían de catorce cañones de campaña de 70 y 75 mm robados a los españoles en anteriores batallas, así como incontables nidos de ametralladoras. A las 11:30 desembarcó una primera oleada, al mando de Francisco Franco y el coronel Martín, con el apoyo de la Armada y el bombardeo de la aviación. La zona estaba minada. Además, los rifeños ofrecieron su particular recibimiento a base de ametralladora, fusil y artillería, que fue respondido por los soldados de la Legión. Tras despejar el terreno detonando las minas, llegó una segunda oleada, sobre las 13:00. Avanzaron rápidamente. Por la tarde, la artillería enemiga abrió fuego sin contemplaciones contra la tropa y la escuadra, provocando cuantiosas bajas y causando daños a los acorazados Alfonso XIII y Jaime I. La aviación española contraatacó, de manera que al final del día ya estaban en tierra los trece mil hombres. Las órdenes eran afianzar un perímetro defensivo para avanzar después hasta la cabila de Abd El Krim.

El periodista Juan Luque, que vivió en persona la batalla como corresponsal, relata: «Cuando varan en el fondo de arena o piedras, la Legión que manda Franco (…) se tira al agua y ante ellos los guardacostas, tienden una barrera de fuego que impide se acerque el enemigo. Ya están en tierra, ya se ven como puntitos movedizos, columnas de hombres en guerrilla que, sobre blanco con oscuro, se nos figuran aquellas líneas de puntos notas en un pentagrama que escriben una página musical, épica y gloriosa, que aleja al influjo de sus notas el fantasma del indómito rifeño. Ojo, están en tierra: ya tabletean las ametralladoras, ya los hombres invaden todo».

Durante los días posteriores las columnas de la escuadra de Ceuta irían tomando posiciones en espera de refuerzos.  El día 11 tendría lugar el episodio más sangriento de la batalla. La columna de Goded, encargada de la defensa de las posiciones de vanguardia, sufrió un feroz ataque. Sobre las 8:00, el enemigo, cargado de furia, cargó de manera inmisericorde contra nuestros soldados, que tuvieron que defenderse a la desesperada como pudieron. Si era vencida esta primera columna, la situación podía complicarse. De la pesadilla que tuvieron que vivir nuestros soldados aquel día da buena cuenta el propio Goded: «Fue la noche más amarga que he pasado en mi vida militar, más que por el peligro material que en ella corrimos los que soportamos la violenta y desesperada reacción enemiga, por la enorme responsabilidad que sobre mi columna pesaba y las tremendas consecuencias que comprendí tendría el ataque para todo el cuerpo de desembarco si el enemigo lograba romper nuestro frente». Los españoles llegaron a agotar la munición, teniendo que defenderse con piedras.

Sin embargo, finalmente fue repelido el ataque y los rifeños empezaron a replegarse. El día 23 de septiembre continuó el avance español, dominando la bahía de Alhucemas el 26. El 30 comenzó la fase final, que concluiría el 13 de octubre. En la primavera de 1926 se produjo la derrota final y la rendición de Abd El Krim, dándose por finalizada la guerra. Y todo ello gracias a esta operación militar fundamental y pionera en la historia, una de las más memorables de la historia militar de nuestro país.

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