Albéniz es uno de los más grandes músicos de la historia española. Es mundialmente famoso entre los pianistas por sus composiciones para piano (Suite española, España, seis hojas de álbum, Cantos de España, Iberia…) y para piano y orquesta (Rapsodia española, Concierto fantástico), pero también intentó la música orquestal (Catalonia) y la música escénica, con la que aspiraba al éxito en Europa (The magic opal, Pepita Jiménez, Merlin).
Albéniz es un buen ejemplo de lo ilusorio de querer apropiarse de una figura histórica por la simple razón del lugar de nacimiento. Nació en Cataluña, pero sus orígenes señalan a diversos lugares de España: fue hijo de un vitoriano y una gerundense (la cual era hija de un gaditano). De hecho, es gracioso el hecho de que los vitorianos, teniendo en cuanta su origen paterno, consideraban a Albéniz paisano suyo y catalán por casualidad, y le tributaron un homenaje como hijo ilustre de la ciudad en 1880.
Albéniz, cuyo nombre completo era Isaac Manuel Francisco, nació en Camprodón (Gerona) en 1860 porque su padre fue destinado a esa localidad. Sus destinos anteriores habían sido Logroño, Pamplona, Salamanca y Figueras. En cualquiera de estas localidades podía haber nacido el genial compositor. La lengua de la familia era el castellano. Sus hermanas llevaban, como él, nombres castellanos: Enriqueta (nacida en Gerona), Clementina (nacida en Pamplona) y Blanca (nacida en Vitoria). Aunque el músico llegó a hablar con bastante fluidez el catalán, el francés y el inglés, su lengua más personal fue el castellano, como se aprecia en sus diarios y en la mayor parte de su correspondencia. En 1883 se casó con Rosina Jordana Lagarriga, barcelonesa. Aunque entre ellos no era raro el empleo del catalán (o de frases catalanas en parlamentos en castellano), la lengua familiar fue de nuevo mayoritariamente el castellano, y los hijos del matrimonio recibieron nombres castellanos: Blanca, Alfonso, Enriqueta y Laura.
Lo fundamental, con todo, es que Albéniz, como tantísimos catalanes de cualquier época, no veía contradicción ninguna entre ser catalán y ser español. Siempre que se refiere a su patria se refiere a España, y cuando menciona a Cataluña la considera una parte más de España. Por ejemplo, la segunda pieza de la primera Suite española es “Cataluña”; y la pieza número 5 de España, Seis hojas de álbum lleva por título “Capricho catalán”. No sintió atracción por el catalanismo. Se ha intentado forzar artificialmente algún episodio de su vida (véase más adelante “Albéniz y Cataluña”) para hablar del catalanismo de Albéniz. Pero la base para ello es escasa. Al igual que su maestro Pedrell, la perspectiva de Albéniz no era catalana, sino panhispánica.
A pesar de su nacimiento, la vinculación de Albéniz con Cataluña fue mediana, porque él fue fundamentalmente un inquieto viajero. Veamos los lugares sucesivos donde residió:
– 1863: desde los tres años, Barcelona.
– 1868: a los ocho pasó a estudiar a Madrid, y utilizó esta ciudad como base para sus giras como joven prodigio del piano.
– 1875: Antillas (donde fue destinado su padre). Esta fue su base para sus andanzas en años posteriores (1876, estudios en Alemania; 1877, estudios en Bruselas; 1879, un mes en Barcelona, 1880: viaje por Europa).
– Desde 1881 vuelve a residir en España: Granada, Madrid y Barcelona (donde contrae matrimonio en 1883). Esta ciudad será la base para sus giras durante un par de años.
– 1885: Madrid. Hasta 1889 será la base para sus giras.
– 1889: pasa a residir en Londres, pero sin olvidar nunca sus viajes por distintas ciudades de Europa, incluidas Madrid y Barcelona, promocionando sus obras escénicas.
– 1893-1894: algunos meses en Barcelona y Madrid.
– 1894: París, con diversos viajes por Europa (incluidas una estancia en Barcelona de un año en 1901 y en Madrid de varios meses).
– 1908-1909: Bagnoles (sur de Francia)- París – Cambo les Bains (región vasco-francesa, donde murió).
Albéniz y España
La relación de Albéniz con España se puede poner en la órbita de la Generación del 98. Miguel de Unamuno, vasco, proclamó la inolvidable frase de “me duele España”, que es fruto de su amor por la nación, de su deseo no conseguido de que esta mejorase. Albéniz sentía algo semejante. Conservamos numerosas afirmaciones parecidas. He aquí dos, precisamente del año 1898: «Mi pobre tierra no cambiará; el leer la prensa de Madrid y Barcelona, en medio de las crueles circunstancias por que atraviesa es realmente desconsolador» (Albéniz: Impresiones y diarios de viaje, p. 63). «Excuso decirte el estado de nerviosidad en que me hallo con motivo de las cuantiosas desdichas que sobre nuestro malaventurado país están cayendo. ¡Qué remedio tiene! ¡No hemos corregido ni nos corregiremos jamás!» (Walter Clark: Albéniz, p. 218).
Pero Albéniz tenía además buenas razones para sentir que su patria no le apreciaba en lo que valía: ni en Barcelona ni en Madrid tuvo fácil llevar a cabo sus proyectos de estrenar obras escénicas. En alguna ocasión se refirió a España como “mi morena ingrata” (Clark: Albéniz, p. 319). De ahí que los últimos 20 años de su vida los pasara autoexiliado en Gran Bretaña y Francia: allí encontró una mejor aceptación de su música y, sobre todo, unas condiciones económicas mucho mejores. En 1894 el periodista Luis Bonafoux lo explicó con total claridad: «Albéniz es más español que Pelayo; […] vive en París y en Londres porque en París y en Londres come y duerme. No es torero, luego no puede vivir bien en España» (El Heraldo de Madrid, 26 de agosto de 1894, citado por Clark: Albéniz, p. 134).
Con todo, su última obra, y obra cumbre, es Iberia, impresionante homenaje a España, y sobre todo a Andalucía (que Albéniz conoció a fondo desde su juventud). En esta obra, afirmó el músico, «creo que en estos números he llevado el “españolismo” y la dificultad técnica al último extremo» (carta de Albéniz a Joaquín Malats, Niza, 27 de diciembre de 1906; citada en Clark: Albéniz, p. 277).
Albéniz y Cataluña
Como hemos citado anteriormente, Albéniz escribió algunas piezas inspiradas por Cataluña, y tenía buenas relaciones con numerosos catalanes (Casas, Rusiñol, Granados, Malats…), pero “el nacionalismo catalán per se parece haberle atraído poco” (Clark: Albéniz, p. 232).
Aparte de ser su lugar de nacimiento y de haber estado allí en numerosas ocasiones, su mayor interés por Cataluña se produjo en 1901, cuando proyectó dejar París y pasar a vivir a Barcelona por razones de salud. Alquiló un piso en tanto se construía una casa en una zona alta (como le había recomendado el médico) y abrigó, junto con Morera y Granados, el proyecto de un teatro lírico catalán (con construcción de un nuevo edificio incluida), donde estrenarían sus obras. Pensó que el ambiente modernista de Barcelona acogería bien su ópera wagneriana Merlin. Contaba con buenos antecedentes: en el Liceo se había representado su Pepita Jiménez en 1896, y el preludio del acto I de Merlin había sido ejecutado con éxito en Barcelona en 1898. Pero el proyecto vital y artístico en esta ciudad fracasó, y en 1902 partió hacia Madrid, buscando allí mejor suerte para su ópera (que tampoco consiguió). Antes de partir, Albéniz expresó con cierta amargura las razones que lo llevaban a Madrid. Hallaba en Barcelona un entorno hostil no solo a él sino a artistas como Pedrell, Vives y Morera, que igualmente habían emigrado a la capital (Clark: Albéniz, p. 235). La razón principal de su decepción fue que cuando presentó Merlin al Liceo para ser representada, la dirección del teatro quiso someter la partitura a la evaluación de un comité de expertos. Albéniz no quiso aguantar tal afrenta y dejó Barcelona.
Un comentario
Interesante articulo.
Dediquen por favor un comentario adicional a su gran obra operistica.
(Disculpen la falta de tildes (teclado japones))