Los primeros de Filipinas. La gesta de Juan Pablo de Carrión

En 1582, una pequeña flota española comandada por el capitán Juan Pablo de Carrión se enfrentó en Cagayán a un importante contingente de piratas chinos y japoneses, capitaneado por el temible caudillo japonés Tay Fusa, que asolaba las posesiones españolas en aguas de Filipinas. Pese a su inferioridad numérica, el acero toledano y la pólvora castellana de arcabuceros, piqueros y rodaleros españoles se terminaron imponiendo contra las catanas de los ronin japoneses en su defensa de las costas de la isla de Luzón, en las lejanas colonias del imperio de Felipe II.

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Viriato, el protector de Hispania

En el siglo II a.C. la República romana era dueña y señora del mar Mediterráneo. Con una actividad conquistadora y colonizadora sin precedentes en su historia, caminaba hacia la configuración de un gran imperio llamado a erigirse en una de las bases de la civilización occidental. Dentro de sus planes, la península ibérica, Hispania, era un territorio clave, tanto por su posición geoestratégica como por sus recursos naturales y zonas de cultivo.

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La batalla de Milazzo

Desde el inicio de su reinado, Felipe V dejó clara su intención de no someterse a la voluntad de los reinos europeos que, a principios del siglo XVIII, parecían haberse puesto de acuerdo para mantener a España en una posición marginal después de la firma del Tratado de Utrech en el 1713. La pérdida de poder en el contexto internacional permitió, por otra parte, liberar a la monarquía de la pesada carga que había supuesto el mantenimiento de las numerosas posesiones europeas en los siglos XVI y XVII, por lo que los primeros Borbones concentraron sus energías en mejorar la situación interior del reino. En cuanto a la política exterior, uno de los principales objetivos de la monarquía era defender los intereses españoles en Italia, algo imprescindible si se quería recuperar el prestigio a nivel internacional y devolver al reino al lugar al que, por la grandeza de su pasado, le correspondía. 

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