Durante la Edad Media, el Mediterráneo fue un mar que separaba dos mundos antagónicos. La cuenca sur estaba controlada por el islam, mientras que por el norte se extendían diversos reinos cristianos, herederos del imperio romano y de los pueblos bárbaros. En zonas orientales, el imperio bizantino sufrió durante estos siglos una lenta agonía, hasta terminar desapareciendo como consecuencia del irrefrenable avance musulmán. Por el contrario, en la costa occidental fueron los reinos cristianos españoles —sobre todo Castilla y, en menor medida, Aragón— los que avanzaron sin cesar hasta completar la reconquista en enero de 1492, ya en tiempos de los Reyes Católicos.